Tocando las nubes del cielo

A esa hora ya había mucha gente en la Plaza Baquedano, algunos iban de vuelta a casa, los estudiantes de los liceos aledaños descansaban en los pastos y además estaba esa típica gente que no se da cuenta por dónde camina. La tarde estaba calurosa, la ropa pegada al cuerpo por la común confusión entre la temperatura del Metro (adentro) y la salida a la calle. Algunos se ven cargando sus mochilas y colgando de ella la chaqueta que ocuparon temprano en la mañana.

En definitiva, todo parecía ser “un día normal”. Pero es El aire, es quien siente que “algo” podría pasar… Tal como las veces en las que la Plaza se llena ante alguna celebración deportiva y sobre todo cuando presiente el éxtasis colectivo ante el desenlace de algún clásico.

El aire en uno de sus tantos soplidos ahogados, recorre hasta la altura de la Torre Telefónica y ¿Qué ve allí? Desde la cúspide ve una pequeña mancha negra ¿Se mueve? ¿Es un felino? Quizás alguna paloma… nada importante. Entonces la corriente sigue su curso hasta el piso 33 de la Torre, observa a la Virgen del San Cristóbal mientras se sacude en un lento compás.

De pronto, algo le dice que mire hacía abajo nuevamente y trate de dilucidar si la mancha sigue allí. De este modo el viento asoma su nariz hacía su objetivo, ¡Se asombra! La mancha ya no es mancha, está en movimiento, no es un animal, no es un avión ¡Es un hombre!

El viento mira hacía el cielo extendiendo sus amplios brazos como buscando una explicación. Y no la encuentra. Vuelve a mirar y se enfurece, piensa cómo es posible que un ser humano ose a llegar a las alturas de la Torre desafiándolo a él, “El viento, gran amo de las alturas”.

Mientras, Jacques sigue subiendo con su objetivo claro y a cuestas pretendiendo enviar un saludo de fuerza al pueblo chileno. Abajo la gente está congregada en la Plaza esperando que “algo suceda”, personas morbosas y sucias… Por otro lado, arriba en las alturas el hombre siente en su bolsillo la pancarta con el mensaje “Arriba, fuerza, valentía y ternura”. Finalmente, la posiciona en el octavo piso.

En su mente no siente miedo, arrepentimiento ni mucho menos vergüenza por el acto que está cometiendo. Ya muchos le han dicho que está loco, no obstante, Jacques sigue subiendo a través del metal del edificio utilizando sólo sus manos y piernas, el cuerpo que Dios le dio.

¿Lo dejaré subir?, pregunta El viento angustiado y a la vez enfadado con el hombre. Por lo que trata de contener su furia y cuando al hombre le resta poco decide dejarlo a las manos de Dios, al Omnipotente amo y dueño de las fuerzas de la naturaleza y el Hombre. Ya que, no soporta la idea de cargar con la muerte de aquel ser humano.

Ya en la cúspide Jacques siente su corazón zangolotearse debajo de su pecho, mira hacía abajo todo lo recorrido, está sorprendido y no puede dejar jadear… De pronto voltea, y distingue a gente vestida de verde con cara de disgusto. Lo estaban esperando allá arriba, justo donde pensaba que no habría nadie y dónde según él podría tocar las nubes del cielo.

1 comentarios:

Camila Gálvez Sandoval 2 de mayo de 2010, 15:42  

Acerca del francés loco

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Acerca de mi

Estudiante de periodismo, Universidad de Santiago de Chile. Es mi primer blog y quiero subir cuentos, sentimientos y más datos para cambiar de piel ¡Espero que les guste!